Según una antigua leyenda de la Asia Oriental, se dice que un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse en esta vida, sin importar la distancia, la procedencia o las circunstancias, básicamente como un juego del destino, destino mismo que se asume predeterminado como el que se muestra en este filme. Siendo la onceava entrega de ficción de Krzysztof Kiéslowski, cineasta prominente polaco (Dekalog, Three Colours Trilogy, A Short Film About Love) La Doble Vida de Verónica protagonizada por Iréne Jacob (Three Colours: Red, The Secret Garden, Beyond the Clouds) es una película dividida en dos partes con dos singulares protagonistas, la primera siendo Verónica, una joven polaca perteneciente a un coro que aspira a ser cantante profesional; y la segunda siendo Veronique, una joven francesa que enseña música en una escuela local y también se entrena para cantar.
Ahora hay un detalle, Jacob interpreta dos papeles porque Verónica y Veronique son físicamente idénticas y no hay realmente un por qué explícito. No son hermanas, son de países distintos y nunca han coincidido. Así que esto resulta muy extraño desde el inicio y definitivamente nos establece el tono místico del filme que, a medida que avanza, se va volviendo un poco más extraño. Aún así, la película nos establece que desde niñas han estado conectadas, ya sea por un elemento, objetos, o aspiraciones y actividades de vida similares o directamente contrarias. Una es invierno y la otra primavera, esta primera secuencia de la película quizá siendo una premonición de lo que iría a ocurrir.
Conocemos que Verónica tiene una idea de lo que está pasando, con ella diciendo que sentía que no estaba sola en el mundo. La realidad que Kiéslowski nos plasma tampoco es del todo normal, con una Polonia y una Francia que no conocemos, haciendo que el diseño de producción se centre en la utilización de tonalidades algo metálicas con paletas frías diferenciadas de azules oscuros, claros y verdes, que hacen que las pieles se vean extrañamente pálidas; también implementando paletas cálidas de rojos, marrones, y amarillos ocres verdosos, todos en cierta forma descoloridos, con los mismas recordándome a la estética que Jean-Pierre Jeunet utilizó en Amélie (2001) y en Delicatessen (1991), también incluso al uso del color en Fight Club (1999) de David Fincher. Parece ser entonces esto una tendencia para situar personajes en mundos completamente alejados de lo que conocemos como certero, como si ellos y nosotros estuviésemos en un especie de sueño o todo fuese una ilusión. Algo definitivo, es que el color puede llegar a incomodar. Los escenarios como resultado, también se nos hacen raros, como la forma en que vemos a un hombre exhibicionista en plena calle y protestas en el centro de una plaza, sin nadie que reconozca la presencia de Verónica y pasen de ella; o la forma en que Veronique corre frenéticamente y se cae entre la multitud aledaña a la estación de tren, también caminando sola entre los angostos pasillos asfixiantes de su edificio, como si esta fuese ajena a todos ellos. Hay una especie de alienación interesante que se crea con esto.
Esta idea Kiéslowski la refuerza con el uso de los espejos en la película, introduciendo el concepto del yo y del doble, brindándole ese matiz de misterio que me heló la piel. Con las dos personajes viéndose al espejo sintiéndose vacías de alguna forma y realizando las mismas acciones. Muchas veces también vemos a Verónica y a Veronique jugando solas con la misma pelota transparente la cual contiene dos estrellas flotantes, una roja y una verde. Cuando ven a través de la pelota, la vista en ella se distorsiona y ven el otro lado al revés.
Es como si la película nos tratase de decir que las dos están apartadas de todos y de todo por su conexión, dos cuerpos conectados por algo que incluso se manifiesta físicamente… el hilo. Cuando Verónica hace su audición, la única manera en que puede seguir cantando a pesar del creciente dolor en su pecho es apretando un hilo en sus dedos, Veronique no puede botar el hilo porque una extraña luz en su departamento la conduce al contenedor de basura y se siente determinada a recuperarlo ¿la vida guiándola en un camino predispuesto?
¿Quién era Verónica?, ¿quién es Veronique?, en sí es raro porque en la manera en cómo te lo plasma el filme, son la extensión de una y de la otra, parecidas y distintas a la vez en esencia. Lo que sí es cierto es que una repercute en la otra, se sienten igual y de hecho determinan su destino.
¿Por qué digo esto? Porque aunque las dos sean dos partes de un todo, se hace evidente luego que una de ellas tiene que perecer para que la otra viva… y esto me molestó pero de cierta forma lo entiendo. La película dura una hora y media y solo 30 minutos de ella están dedicadas a Verónica, quien falleció de un paro cardiaco por esforzarse al cantar mucho.
Verónica tenía que morir, y no sé si Kiéslowski ya sabía lo que pasaba cuando ves a tu doppelganger, pero en caso de que no lo sepan, cuando ves a tu doble o alguien cercano a ti lo ve, es un presagio, porque significa que vas a morir. Los dos no pueden coexistir en la misma línea de tiempo. Las mujeres tuvieron un encuentro breve pero fortuito y eso lo selló todo. Verónica reconoció haber visto a su doble y ese fue su fin. Veronique solo lo hizo al final y sufrió por ello.
La vida de Verónica solo fue una prueba y error, todo para que su homóloga francesa pudiese vivir más ya que a raíz de esto, Veronique decidió abandonar su entrenamiento como cantante, evitando así su muerte porque ella también tenía la misma condición cardiaca. Veronique reconoce terminando el filme que ahora sabe lo que tiene que hacer. ¿No es eso algo egoísta?, ¿morir para vivir y vivir para morir no?
Y cómo podría no hablar del leitmotiv musical que se repite a lo largo del film, siendo esta composición la favorita de las dos mujeres, quienes nos engatusan en una especie de canción de cuna y nos recuerdan la naturaleza mística de todo el asunto. Ni hablar tampoco de la anciana solitaria que se pasea por los dos mundos, lo cual me hace creer incluso que ella refleja el paso del tiempo y el espacio, o quizás representando la muerte.
No nos podemos olvidar tampoco de Alexandre, el titiritero, quien de alguna forma controla el destino con sus manos, teniendo dos marionetas idénticas, explicándole a Veronique la razón: siempre hay que tener una de repuesto porque en las funciones se desgastan. Una marioneta viva y la otra tirada en la mesa…
Algo que quiero destacar grandemente es el gran trabajo de fotografía. La manera en que se utiliza la cámara en mano en travelling, los planos inclinados en holándes y los planos en primera persona realmente le dan una geografía distinta a los espacios, nos meten en la piel de estas dos mujeres y seguirlas es casi como respirar. De verdad siento que capturaron bien la incomodidad y la confusión que sentían.
Ahora, ¿cómo me siento en general? Es la primera vez que veo algo de Kiéslowski y de cine polaco en general, así que realmente me emocioné porque quiero seguir explorando su filmografía. Creo que es una película fuerte, que sabe a dónde va y la estética es hermosa. Verdaderamente nos dieron un mundo bien onírico en donde la muerte y la vida se entrelazan para contar su historia, casi como una poesía visual con el imagery y los cues musicales.
Ahora si me preguntan en términos de guión, creo que algo le faltó. Creo que no nos explica bien las reglas de este mundo y en el por qué hay dos de ella, cuál es el propósito. Creo que también hacerlas muy similares por momentos no sentaba bien conmigo y que la estética y la “magia” pudieron haber ensombrecido el concepto principal, logrando que por partes se viese muy superficial. Además de que eran los mismos personajes quienes nos decían cómo se sentían, así que no hay mucho que dilucidar sobre la situación. Dos chicas iguales con la misma enfermedad, el mundo trabaja a su favor para que se encuentren y una de ellas alimente la vida de la otra, okay pero qué más. Creo que en ese sentido dejó mucho que desear.
¿La recomendaría? Absolutamente, creo que es de esas películas que tienes que ver porque son un statement y una experiencia absolutamente maravillosa. Una genialidad en términos de realización, con una sensibilidad exquisita. Me encantan las películas que se meten con el inconsciente y creo que esta lo hace muy bien. Aún así, un primer visionado es todo lo que necesitas. Creo que ya el segundo o el tercero haría que perdieses ese misticismo y la vieras muy plain.
Al final a pesar de la muerte, Verónica sigue latente en Veronique y todos aquellos a quienes ella ama, esto dándose a demostrar en la escena final, donde Veronique toca un árbol y su padre siente el toque desde adentro de la casa.
Todos estamos conectados y ese hilo, esas raíces, nunca se romperán.