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Crítica: “The Number 23” la locura, la obsesión y la memoria

the number 23 - poster

No es un secreto en este blog mi amor por esos thrillers psicológicos de principios del año 2000. Saben, esas películas oscuras con una estética fuerte sin miedo a nada que se sienten como una leyenda urbana, me refiero a esas obras como “The Butterfly Effect”, “Gothika”, etc, etc. En mi memoria estaba esta película que recuerdo haber visto por pedazos en televisión en repetidas ocasiones cuando entraba en mi adolescencia, esos roles dramáticos de Jim Carrey (“The Truman Show”, “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”), solo que “The Number 23” no es tan respetada y alabada como las otras, pero yo creo que es de esas gemitas que quedan olvidadas en el tiempo.

“The Number 23” es una película del 2007 dirigida por Joel Schumacher (“Batman Forever”, “The Phantom of the Opera”) que se mantiene de manera fuerte en el género de thriller psicológico oscuro que era tan abundante en la época.

En resumidas cuentas “The Number 23” cuenta la historia de un hombre llamado Walter Sparrow, un hombre que queda obsesionado con un libro que le abre los misterios del número 23, el misterio es que este número está en todos lados, sumando letras, fechas, lugares, todos lados. Walter se mete tan profundo en este libro que queda pensando que de una u otra manera narra los eventos pasados de su vida aunque el autor parece ser un hombre irrastreable.

Solo con esa breve premisa ya se pueden suponer varios de los giras que tendrá o podría tener la película, pero eso no le quita sus elementos sorpresas. Claro, admito que desde el principio me parecía muy inverosímil que un número estuviera literalmente en todos lados, pero la manera en la que se cuenta la narración hace que parezca cierto toda esta vuelta de la numerología y es que ese es uno de los dos temas que toca el filme. El primer tema es como el ser humano puede encontrar en todos lados lo que está buscando, creando respuestas e inventando y/o forzando sus propias conclusiones y el otro es la facilidad que tenemos para creernos lo que sea y/o sentirnos identificados con cualquier teoría.

¿Les ha pasado que conocen una palabra nueva o un concepto nuevo y de la nada parece que les aparece en cada esquina y conversación? Eso es un efecto psicológico que se centra en la atención que le tenemos a los elementos que nos rodean, básicamente solo tomamos en cuenta las cosas que conocemos o nos importan, quitándole importancia a lo que no necesitamos y cuando requerimos esa información exacta parece que de la nada aparecen a tu alrededor. Esa es la manera en la que desde el principio la misma película busca desacreditar la lectura de Walter Sparrow. Todos le dicen al protagonista que son coincidencias o casualidades forzadas, pero algo dentro de él lo obliga a seguir investigando. Estas locuras son más reales de lo que la ficción puede hacernos ver, ya que, hasta tal punto, es de esta manera que se crean las teorías de conspiración. Casualidades tras casualidades con patrones falsos.

Es cierto que el cerebro humano es bueno para reconocer patrones pero “The Number 23” lo lleva al extremo. Conectar con un solo número muchos eventos históricos y nombres de personas involucradas es una locura, pero esas son las cosas que se permite hacer el cine de ficción haciéndonos entrar en ese mundo mágico en el que lo imposible es posible y las casualidades no lo son.

“The Number 23” aborda la temática de una manera catastrófica y oscura. La muerte siempre está rondando el libro y las pesadillas del protagonista y un número tan simple como el 23 siempre es el culpable, pero ¿Realmente puede un número tener tanto valor? El filme concluye este concepto con una frase que va más o menos como “los números sólo tienen el valor que tú le des” y me parece muy adecuado. La locura solo es locura para los que no la entienden y cada quien le da el valor a los recuerdos que cada quien quiere, es algo que aplica a todo, y que no deberíamos olvidar.

Durante el primero y segundo acto se puede apreciar de manera directa como el protagonista se comienza a conectar él mismo con el libro, sin saber si lo que lee es una ficción o no ficción, simplemente asume que lo que está escrito fue su realidad. Esto, aunque de manera exagerada, es real. Cuando leemos un libro de lo que sea, parte de la magia es que nos adentramos profundamente en la historia y nos la creemos, creo que es una de las metas que tienen todos los guionistas, poder crear estos mundos que el lector puede apropiarse.

Aunque en esta situación es para introducir al personaje en un espiral de locura. Durante el visionado varias preguntas aparecen en mi mente: ¿Qué pasa si es verdad lo que el libro dice? ¿Cuáles son los peligros de creerse una teoría? ¿Por qué la gente cae tan fácilmente en lo que lee? Y la película realmente llega a resolver esas preguntas, de manera en que se revela que es para llenar huecos dentro del receptor. Sin spoilers claro.

Ya he hablado en otras películas de por qué me gusta este tipo de estéticas, es fuerte, no le importa quemar sus colores ni sus luces y por alguna razón en esa última década de los noventa y primera de los 2000 los directores no tenían ningún miedo de mover la cámara ni de tomar riesgos. Podría ser una gran inspiración de la estética del videoclip como le llaman algunos o era una época de búsqueda y experimentación, lo cual me parece fantástico, cosa que hemos perdido.

Viene a mi mente esta escena en la que el personaje del libro está hablando con una mujer suicida y están en una apartamento en el que todo se ve blanco, pero de una manera en la que el brillo comienza a colarse en todos lados, pero aún así la imagen es entendible y hasta agradable. Los  primerísimos primeros planos tienen las luces altas quemadas, pero aún así funciona. Sí, ahora lo vemos como algo cheesy o algo inaceptable, pero creo que son esos riesgos que deberíamos volver a traer a la estética contemporánea y dejarnos de hacer estas películas excesivamente oscuras en las que no se ve nada, pero eso es solo una opinión muy personal.

Sobre lo demás realmente no hay mucho que decir, son buenas actuaciones, un guion decente y luce como una de esas películas emblemáticas de los 2000. Realmente la volvería a ver una y otra vez. Entiendo por qué a la gente no le gusta, les puede parecer tonta por lo que insinúa y lo rebuscado que pueden parecer los ejemplos que trae, pero a la vez creo que en eso está su belleza. Puede que no sea el mejor rol dramático de Carrey, pero no está para nada mal tampoco. “The Number 23” es una película mejor que regular que vale la pena verla un sábado por la noche. 

Calificación

Trailer:

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